AGUA

  • 28 Mayo, 2019
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Agua, vida y desarrollo
Alicia Fernández Cirelli

El agua es esencial para la vida y para el desarrollo de las sociedades. La cultura del agua ha estado presente a lo largo del tiempo en todas y cada una de las antiguas civilizaciones, cuyo desarrollo dependió en gran parte de ella. El agua tiene propiedades que la hacen única y que están regidas por la estructura de sus moléculas, que es muy simple si se la compara con la de biomoléculas como el ADN, o las proteínas. Existe en las tres fases, sólida, líquida y gaseosa dentro de los límites de temperatura y presión naturales en la tierra; posee una gran capacidad calorífica; la propiedad de expandirse cuando se congela; una alta constante dieléctrica y una alta tensión superficial. 

A nuestra tierra se la ha llamado con sobrada razón “el planeta del agua”. Sin embargo, es moneda corriente hablar de la escasez de agua, riesgo muy serio del que ningún país está exento. La mayor parte del agua se encuentra en los océanos (en un porcentaje mayor al 97%). El agua de mar por su salinidad (del orden de 35 g/L) no es apta para el consumo humano. Los recursos de agua dulce son renovables, pero finitos, limitados y frágiles, con una demanda creciente. El agua se renueva a través del ciclo hidrológico, que es un proceso complejo que incluye la precipitación, el escurrimiento, la evapotranspiración y la infiltración.

Alguna vez pensamos que se puede vivir cerca de un mes sin alimentos, pero solo una semana sin agua. Un dato que puede alarmarnos: unas 34000 personas mueren diariamente por enfermedades relacionadas con la calidad del agua, como diarrea o lombrices intestinales. Esa cantidad es equivalente a que se estrellaran 100 aviones jumbo y murieran todos sus ocupantes.

En ausencia de cualquier impacto humano, las aguas que fluyen en los sistemas naturales presentan concentraciones variables de determinadas sustancias químicas (en forma disuelta o como partículas en suspensión) y organismos biológicos. Esta composición varía en función del terreno por el cual circula el agua. Estas diferencias son pequeñas comparadas con las provocadas por la actividad humana. El hombre tiene la capacidad de modificar de forma importante la calidad del agua.

El agua tiene diferentes usos y cada uno presenta requerimientos específicos. Nosotros advertimos sin duda nuestro uso de agua cuando requerimos en la ciudad la provisión para cocinar, para higiene. Esta es el agua que vemos, cuyo origen es lo que algunos autores llaman “agua azul”, es decir el agua en ríos, lagos, acuíferos. El requerimiento diario de agua de bebida para una persona adulta está entre 2 y 4 litros, pero a ello se debe sumar el agua usada para cocinar y para la higiene personal y del hogar. Pero además del “agua azul” también hay agua que no vemos. Se requiere entre 2000 y 5000 litros por día para producir los alimentos necesarios para alimentar a una persona. Según estimaciones realizadas, para producir una papa mediana se requieren 25 litros de agua, para 1 kg de cítricos hacen falta 1000 litros, para 1 kg de carne de vaca, 15000 litros. Esa agua que no vemos, se denomina “agua virtual” y se define como el agua que contienen los productos e incluye el agua necesaria para producirlos. El agua virtual también es un mecanismo de incorporación de contaminantes a la cadena agroalimentaria.

La escasez de agua dulce es un riesgo muy serio del que ningún país esta ajeno. Mujeres y niños de muchas de las regiones de bajo desarrollo recorren una distancia media de 10 a 15 kilómetros diarios para abastecerse de agua. Los recursos de agua son renovables, pero finitos, limitados y frágiles, con una demanda creciente. 

En Latinoamérica, pese a los avances evidenciados, aún muestra deficiencias relevantes en cuanto a los medios de saneamiento y a la disponibilidad de servicios de agua potable. En efecto, 65 millones de habitantes rurales no tienen acceso al agua potable, mientras que el 85% de la población urbana posee acceso a fuentes mejoradas de agua potable. El 20% de la población latinoamericana no posee saneamiento. En el mismo sentido, se observa que en aquellos países en los cuales existe un menor poder adquisitivo, mayor vulnerabilidad alimenticia y mayor índice de mortalidad infantil, el porcentaje de acceso al agua potable es menor. Por otra parte, además de la cantidad de agua utilizada, que en relación al uso doméstico resulta heterogénea entre distintas ciudades de la región, es esencial atender a la calidad del agua, que puede verse afectada por contaminación microbiológica y/o química, y por la cual se han reportado índices alarmantes de mortalidad asociados a enfermedades hídricas. Para los próximos cincuenta años, las previsiones señalan un importante aumento de la población en la región, que traerá aparejado una mayor demanda de agua y de los servicios asociados a dicho recurso. Los temas pendientes que requieren respuesta se encuentran asociados a la equidad, la calidad del servicio, la sostenibilidad y la eficiencia.

La respuesta adecuada para enfrentar el riesgo de la escasez de agua debe ser de orden ético y cultural. Pero esa respuesta debe estar basada en un conocimiento científico acabado y pertinente con el aporte de las diferentes disciplinas que hacen al mejor conocimiento de este recurso imprescindible.

Desde el sector académico, el objetivo de nuestras acciones es contribuir a la formación de ciudadanos conscientes de que solo se lograra sustentabilidad y calidad de vida en la medida que se conozcan todas las etapas del ciclo hidrológico natural y sus alteraciones por influencia de las actividades humanas, y se aprenda el manejo racional del recurso.

La compleja problemática del agua requiere de diferentes disciplinas que aportan desde su óptica soluciones que nos permitirán superar una crisis crucial para nuestra sociedad. Es por ello, que la formación de posgrado, fundamentalmente a nivel de maestría, de profesionales universitarios en esta temática es fundamental para asegurar la gestión sustentable del recurso. Por otra parte, las redes interuniversitarias constituyen una herramienta eficiente para el mejoramiento de la calidad y la pertinencia de la formación universitaria de posgrado, potenciando el pleno desarrollo institucional. 

La sustentabilidad del agua, crucial para la vida y el desarrollo de la humanidad, trasciende los aspectos de orden técnico y constituye un desafío político, social, económico y cultural que compromete a la sociedad en su conjunto.