Posibilita mirar los usos, determinaciones y ejecuciones, en tanto este concepto central tiene para la Antropología, la Arqueología y los Estudios Culturales. En este sentido, contiene un gran potencial pedagógico, pues traza una genealogía interesante, en todo momento, y no descuida a casi todos los referentes en esta temática. Parte de un substrato epistémico planteado ya en la década de los 90´s por Stuart Hall, uno de los grandes referentes de los Estudios Culturales británicos, quien propuso que la culturalización debe entenderse como una densa trama analítica y sociológica. De hecho los capítulos de Restrepo y del Cairo se encuentran en consonancia con el texto de Hall. Este le da un sentido de coherencia y cohesión a todo el libro. Es una gran obra de compilación que resulta productiva e interesante, pues, pone al juego y al ruedo cuestiones que muchas veces miramos de forma trivial, y que generalmente son analizadas desde el sentido común.
El primer capítulo de Hall: La centralidad de la cultura: notas sobre las revoluciones culturales de nuestro tiempo, realiza un planteamiento nodal, el cual consiste en entender las discusiones y debates que se presentan en torno a la cultura, tanto en las humanidades como en las ciencias sociales. Invita a pensar la programación genética biológica o instintiva que se adquiere por la cultura, en tanto ésta es una acción social. Si bien este es un artículo escrito en la década de 1990, propone pensar a las prácticas de significación cultural e interpretar a las acciones ajenas, o sea de otras culturas. Toma a su vez como eje a la dimensión global de las denominadas Industrias Culturales, en el marco de los medios masivos de comunicación. En este sentido, Stuart Hall, busca mediatizar a la cultura mundial homogeneizada y occidentalizada, analizando el resultado de los sincretismos e hibridaciones o los llamados mix culturales. También propone que la reflexión de la identidad y la subjetividad son sustanciales para entender nuestras acciones, instituciones, rituales y prácticas. Por último, se dispone analizar el giro cultural, y toma en cuenta algunas metodologías y propuestas como la tradición etnográfica y las técnicas antropológicas, entre otras, para mirar a la cultura.
El segundo capítulo perteneciente al antropólogo colombiano de la Universidad Pontificia Javeriana, Eduardo Restrepo, titulado: Artilugios de la cultura: apuntes para una teoría postcultural, propone utilizar las ideas de artilugios, ardid o herramientas, para entender la cultura. Esta estrategia argumentativa, tal vez, es desperdiciada ya que re aparece solo hasta el fin del capítulo. Sin embargo esta cuestión resulta central para mirar a la cultura. Lo más interesante de este capítulo rico y productivo en todos sus sentidos es la genealogía e historización que de la categoría cultura se realiza. Parte de las concepciones tradicionales de la misma, hasta llegar a proponer una teoría post cultural de dicha categoría. Aunque el autor se propone un breve recorrido, este resulta un gran estado de la cuestión y un aporte esclarecedor que muestra a la cultura como evidencia y emergencia, y hasta yuxtaposición de diferentes concepciones a lo largo del tiempo. Revela además Restrepo, la intención casi fallida de algunos autores que proponen el reemplazo de la cultura por el de identidad o imaginario cultural. Termina llevándonos a problematizar la idea de una actual teoría post cultural, que se supone en términos de procesos de subjetivación de lo humano, tratando de no reproducir viejas estrategias y aferrándose al no abandono analítico de la palabra cultura, necesaria siempre como categoría esclarecedora.
El tercer y último capítulo: Selvas y gentes (in)cultas: políticas de la cultura y poblaciones amazónicas en los diseños de intervención estatal, perteneciente a Carlos del Cairo, también del Departamento de Antropología de la Universidad Pontificia Javeriana. Este es quizás el texto más etnográfico de todo el libro. Cruza cuestiones políticas y ambientales de los desplazados en la selva amazónica colombiana. Muestra a los conflictos territoriales y el papel que juegan los dispositivos estatales en el reconocimiento de técnicos y expertos para analizar la situación de las poblaciones de la región. Así este autor propone que el concepto cultura aquí aparece como un estereotipo que justifica pero que también condiciona derechos. Apela, entonces del Cairo, al valor histórico del concepto cultura, para entender una situación tan compleja y problemática que condujo a varias décadas de campesinos empobrecidos e indígenas dispuestos a la disputa de tierras. Paradójicamente, la cultura muchas veces aparece en estos casos como un emergente qué en vez de ayudar, coloca en papel de víctima a sus miembros. Particularmente en el contexto de la situación de violencia colombiana este texto adquiere una prédica gráfica de lo que es la movilización social en estos territorios.
En resúmen, este libro nos invita a pensar a la disciplina antropológica en su intersección con diferentes campos de estudio e intervención. Lo novedoso de este libro es su forma de contribuir a la nueva propuesta post cultural, y nos invita a dar un paso más, el cual sería indagar en el cómo se puede investigar etnográficamente e históricamente a las culturas, para no sólo quedar atrapado en una cuestión categorial o conceptual teórica. En ese sentido, me parece muy lúcida esta idea, la que nos lleva a no caer en el culturalismo, semejante al economicismo.