Siempre tuve presente esa sensación de querer conocer y ahondar en nuestros orígenes, de entender la esencia de un sentir particular y poder expresarlo en la danza. Para mí la danza es la expresión artística donde confluye la música, la poesía, la técnica coreográfica y lo más importante el sentimiento y el corazón que pone el bailarín en el movimiento para lograr un baile armonioso, con belleza y fuerza. La danza es un espacio mío, único que permite abstraerme de cualquier situación, tema o preocupación. Libero tensiones, me energiza y dibuja casi siempre una sonrisa en mi rostro por sentir cierto estado de felicidad. Es en ese espacio donde disfruto de la poesía de tantos poetas interpretados en modos de gatos, chacareras, zambas, escondidos, entre otras danzas. Sus letras llegan a mis oídos en música para ponerle movimiento y darles vida en el baile. La poesía pinta de color los paisajes, con montañas atravesadas por ríos, transmite aromas y sonidos como el trinar de pájaros, describe ambientes naturales a veces tan estudiados por nosotros, los biólogos,… o simplemente cuenta una situación o un paisaje puramente humano.
Son preciosas las poesías de autores tucumanos como: el Chivo Valladares, Chichi Costello, Juan Falú, además de otros poetas como Manuel Castilla, El Cuchi Leguizamón y el reconocido Atahualpa Yupanqui con la querida zamba “Luna tucumana” tan nuestra, declarada por ley Himno provincial. También intérpretes musicales como: La Mecha Sosa y Los Tucu-Tucu, otros como Rally Barrionuevo, Duo Coplanacu, Nestor Garnica con el sonido de su violín … hermoso !!! … la “Chacarera del Violín” cuando la bailo siento que las notas me invaden para ponerle movimiento a mi cuerpo. La timidez y la vergüenza desaparecen, solo es la danza e inmediatamente surge la idea crítica, ojalá este expresando con mi baile todo lo que estoy sintiendo. Pienso, tal vez y solo tal vez… por fin logré confluir varios aspectos importantes en mi vida: la biología, la poesía, la música, la danza en un espacio de placer. A veces, hasta me siento embajadora cultural cuando en el cierre de algún evento científico internacional, piden que baile una danza de mi país.
Cada danza tiene su historia y origen particular, nos cuenta sobre la cultura de nuestra tierra, muestra la influencia europea y peruana, así como la regionalización que adopta en cada provincia o lugar de Argentina cuando una danza llega. Refleja momentos históricos como es el caso de la resbalosa donde un desplazamiento suave del pie representa el deslizamiento de la pisada de la gente sobre la sangre derramada en las ejecuciones en la época de Rosas (de allí su nombre)... contrastando con la zamba que es una danza de galanteo, de conquista a la dama… Ella siempre donosa y con sutil coquetería, llegando hasta las festivaleras y alegres chacareras santiagueñas que describen los característicos patios de tierra, los algarrobales con coyuyos a la siesta y los tucu-tucu que se encienden en la noche.
Esta actividad individual con un sentir tan particular se hace colectivo con el grupo de Danza “El Mayor” de la academia “El Zafrero” donde junto con mis compañeras: mujeres jóvenes, adultas, altas, bajas, de diferentes ideología, cultura y condición social, nos une el amor a la danza y realizamos presentaciones en los festivales como “el Prelaborde” o el de la” Zamba” o a fin de año en el “Teatro San Martín”... circunstancias en las que la frase del Maestro Zaraspe, “Un bailarín es un acróbata de Dios” y luego adoptada por nuestro profesor Sánchez, se nos hace presente.