Nota

  • 24 Febrero, 2021
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Analía Claudia Chiecher
Dra. En Psicología, Magíster en Educación y Universidad, Lic. En Psicopedagogía
Investigadora independiente de CONICET y Ayudante de Primera en la Universidad Nacional de Río Cuarto.

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Cuando se piensa en los modos de volver progresivamente a la presencialidad, con las restricciones que esto implicará, se comienza a hablar de "enseñanza mixta", "dual", "híbrida"... En ese sentido, en el marco de una institución de nivel de posgrado con una fuerte tradición de presencialidad, me imagino la posibilidad de un docente ofreciendo su clase en una aula presencial, junto a un grupo reducido de estudiantes allí presentes y, en simultáneo otros alumnos participando de esa misma clase, pero conectados de manera remota desde sus hogares.

¿Crees que esta opción podría ser viable?, ¿qué posibilidades y/o riesgos deberían considerarse?

Todo está por verse…

Ni la tradicional presencialidad que conocíamos del 2019 hacia atrás, ni la virtualidad absoluta del 2020… 2021 llegó con bimodalidad, enseñanza mixta, dual, híbrida… ¿Cómo será esto?, ¿De qué modo se combinarán ambas instancias? ¿Cómo será mejor ensamblarlas? ¿A gusto de cada docente? ¿De cada institución? ¿De cada nivel? ¿Habrá lineamientos comunes bajados desde provincia o nación?

Ya transitando el 2021, muchas son las preguntas… y muchas son también las respuestas posibles, los caminos imaginables, las alternativas viables.

Si hablamos en términos de viabilidad, de posibilidad, de alternativa -tal como formula la pregunta disparadora-, la opción de ofrecer clases para una parte del alumnado presencialmente y, en simultáneo, para la otra parte conectada de manera remota, sería viable (¿por qué no?), aunque tal vez en ciertos contextos, en determinadas circunstancias y para propósitos definidos. Por ejemplo, pongamos por caso, clases teóricas desarrolladas en el contexto de un aula, donde además se dispone del instrumental técnico necesario para trasmitir la clase en vivo de manera tal que quienes no están físicamente puedan ver, escuchar y participar del mismo modo que aquellos que sí están en copresencia.

Ahora bien, la viabilidad de este tipo de combinaciones donde lo presencial y lo virtual se solapan, intentando ser ‘casi’ lo mismo, estaría puesta en jaque cuando se trata, por ejemplo, de clases prácticas, que requieren manipulación de objetos o instrumental técnico… o, en cualquier caso, serían viables pero con diferencias notorias en los aprendizajes de los estudiantes que pueden ser partícipes de las prácticas, laboratorios o lo que fuere, y aquellos otros que solo serían observadores pasivos, desde sus hogares, de lo que hacen sus compañeros.

Al mismo tiempo, cuando pienso en esta simultaneidad algo me hace ruido… en las clases presenciales el docente suele estar parado frente a los estudiantes, se mueve mientras ofrece explicaciones, transita el aula, va de un lado al otro, circula entre los estudiantes… en cambio, en las clases sincrónicas virtuales, el docente suele estar sentado, de frente a la computadora, muchas veces compartiendo su presentación, que es más visible que su propio rostro, gestos, ademanes. Dar una clase en un aula, dirigida a estudiantes que están allí presentes, no es lo mismo que dar una clase sincrónica para estudiantes conectados a través de una pantalla, en la mayoría de los casos muteados y con cámaras apagadas ¿Cómo va a afrontar el docente su clase? ¿A quién la va a dirigir principalmente? ¿A los alumnos que están con él en el aula? ¿O a los que están conectados virtualmente? La puesta en escena es diferente en un contexto y en otro… en cualquier caso, habría que pensar en aulas dotadas de cámaras, micrófonos y otros instrumentales y también en personas especializadas que se ocupen de transmitir la clase en vivo. Digo, pienso, el docente debería quedar liberado de las cuestiones tecnológicas de la transmisión.

La clase presencial para algunos y transmitida en vivo para otros es una posibilidad, claro… Podría ser una alternativa viable, posible, si pensamos en el contexto de cursos de posgrado, que suelen ser acotados en el tiempo, con una duración de algunos encuentros y jornadas presenciales intensivas. Podría pensarse incluso para estos casos -y esto sería una ventaja de esta modalidad dual- en dar a los estudiantes la posibilidad de optar -siempre que los cupos lo permitan- por el cursado presencial o el cursado remoto sincrónico al inscribirse en un curso. Las personas son diversas y puede que a algunos les venga mejor el cursado en el aula y a otros, por razones de distinta índole, le resulte más práctico seguir las clases desde sus hogares. Pensemos por ejemplo en un estudiante interesado en un curso de posgrado que reside lejos de donde se dicta; pues ese estudiante, al ser el cursado remoto, ampliaría sus posibilidades de poder inscribirse en el curso y, efectivamente, realizarlo.

Ahora bien, si salimos del contexto más acotado de un curso de posgrado y pensamos en otras realidades -por ejemplo, en el dictado de asignaturas de nivel de grado o en el nivel secundario-, esta alternativa de la simultaneidad presencial y virtual quedaría en segundo plano entre otras opciones que personalmente avizoro más potentes y por lo tanto más recomendables.

Enseñanza centrada en el estudiante… mucho se ha hablado de ella… alumnos activos, protagonistas, participativos, motivados, es lo que todos los docentes anhelan ¿no? Bien, la bimodalidad puede darnos oportunidad de descentrarnos de la clase expositiva y magistral como eje de la enseñanza y dar paso a una propuesta que combine las explicaciones magistrales del docente (valiosas e insustituibles) con la actividad del estudiante (también valiosa e imprescindible).

Así, desde mi perspectiva resultaría enriquecedor una verdadera alternancia entre la presencialidad y la virtualidad. Lejos de pensar en simultaneidad y en la misma propuesta para ambos contextos, sería oportuno, posible y deseable diseñar una propuesta para el contexto presencial y una propuesta en paralelo, no en simultaneo, para la virtualidad.

Creo poder explicarme mejor describiendo como imagino que funcionaría en la práctica tal propuesta. Pensemos en un curso hipotético con 30 estudiantes, divididos en 2 grupos: 1 y 2. En la semana 1, inicia el grupo 1 un periodo de presencialidad. El docente explica los temas y contenidos, modela o enseña de qué modo resolver una situación práctica, un ejercicio matemático o el manejo de un determinado instrumental. En la parte final de la semana 1, el profesor anticipa qué harán los estudiantes en la semana 2, de trabajo en la virtualidad. Para esta instancia de trabajo remoto, sin presencialidad, la propuesta podría ser una tarea que reuniera características de aquellas potencialmente favorecedoras de motivación y aprendizaje ¿Cuáles son esas características? Tareas que sean auténticas, que tengan vinculación con la futura práctica profesional del estudiante, que despierten curiosidad, fantasía, que sean novedosas, percibidas como útiles; tareas que pueden proponerse para ser resueltas en grupos de 2 o 3 estudiantes quienes pueden reunirse virtualmente; tareas que requieran el uso, aplicación, profundización, discusión de los contenidos trabajados en la semana 1. Se anticipa dicha tarea, se presenta, se explica, se proponen los plazos y formas de resolución en el marco de los encuentros presenciales. Además, durante la fase no presencial o de trabajo remoto, debería quedar habilitada alguna vía de comunicación con el docente, por ejemplo, media hora, dos días en la semana mediante alguna herramienta que permita reunión sincrónica, opcional para quien tenga consultas que realizar. Correo electrónico como canal de consultas también.

En paralelo a esta semana 2 de virtualidad para el grupo 1 se desarrollaría la semana 1 de presencialidad para el grupo 2. Semana 3, nuevos temas y clases presenciales para el grupo 1 y tarea para el grupo 2. Y así sucesivamente. Ambos grupos transitando un mismo camino, pero atendiendo a distintas instancias, alternadas.

En fin, como decía al principio, todo esta por verse… 2021 recién en un incipiente arranque, todo por probarse, por construirse, por reinventarse… nada para descartar, todo para intentar.

Como dice la canción, ‘Caminante no hay camino, se hace camino al andar’…
Deberemos andar, avanzar, hacer camino dentro de las posibilidades que tenemos, ensayar posibilidades, mejorarlas de acuerdo a los resultados.