Sin embargo, la modalidad mixta puede pensarse de diferentes modos, uno es de forma simultánea, donde ambos grupos hacen lo mismo pero en diferentes contextos, aquí surge la pregunta ¿es lo mismo? Dependerá en gran parte de la metodología que se proponga. Si el modelo es transmisivo y se desarrolla una clase expositiva, pues quizás lo suceda es que los estudiantes tomen nota y realizan alguna consulta cada tanto, más allá del contexto donde eso suceda, en el hogar o en la universidad. Aún en contexto diferentes, básicamente sucede lo mismo. Sin embargo, el momento que vivimos ofrece una ocasión para imaginar y diseñar otros modos de trabajar con el conocimiento, también en posgrado. Si la propuesta metodológica está centrada en la actividad socio-cognitiva de los estudiantes, las condiciones del contexto son importantes, es posible que no suceda lo mismo si se da en soledad, en casa mediado por una pantalla, que si la actividad permite la interacción cara a cara a través de la cercanía de los cuerpos, los gestos y las miradas. En este caso el contexto es importante, las variables tiempo y espacio definen mucho de lo que termina pasando y, no sucede lo mismo en situaciones diferentes.
Por tanto, la cuestión de base es qué tipo de formación de posgrado queremos y podemos ofrecer en una institución con una fuerte tradición presencial. Es cierto que la urgencia nos empujó hacia la educación remota, pero el tiempo de hoy nos obliga a pensar no en la restauración de los que teníamos pre pandemia sino en la reconstrucción. La enseñanza mixta (dual, híbrida) en el posgrado debería asumir el formato que llamábamos desde hace mucho semipresencialidad, quizás porque no encontrábamos otro modo de llamarla. Esta modalidad ya era un híbrido, con una presencialidad acotada y una planificación cuidada del tiempo de trabajo en el hogar. No parece tan difícil hoy reconstruir sobre la experiencia transitada en el 2020 porque todos los actores del proceso educativo vivimos un fuerte proceso de transformación, de aprendizajes técnicos y pedagógicos, se perdieron algunos miedos y se reconocieron los límites y las potencialidades de los dispositivos tecnológicos. Estamos en mejores condiciones para pensar el cambio y no la restauración de un orden que más allá de su estatus de “normalidad” merece ser repensado a la luz de nuevas necesidades y realidades. Si la definición institucional se define por la modalidad mixta, habrá que reinventar “lo mixto”. Este tiempo también nos demostró que queda mucho por inventar, que se trata de sumar a la experticia disciplinar y pedagógica una cuota de creatividad, que a la tecnología hay que hacerla educativa y que las instituciones (inclusos las universitarias) pueden cambiar en sus estructuras burocráticas y académicas. Por último, como sugerencia diría que este camino no hay que transitarlo solos, ni de arriba hacia abajo, sino a través del trabajo colectivo, que recupere las voces y experiencias de los profesores. .