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  • 27 Marzo, 2021
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Pasantias en el extranjero. De Tucumán a Cuba

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María Paula Filippone

Como estudiante de ingeniería agronómica de la Facultad de Agronomía y Zootecnia de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), nunca pensé en dedicarme a la investigación y trabajar en un laboratorio “científico”. Pensaba que el destino “obligado” de un agrónomo era en el campo. ¡Pero las cosas se dieron de otra forma, e hice mi doctorado en el INSIBIO (Instituto Superior de Investigaciones Biológicas, instituto de doble dependencia del CONICET y la UNT) con una beca de CONICET, rodeada de bioquímicos, en un laboratorio y en investigación básica! Pensé que no me iba a adaptar porque era un mundo muy diferente, con otro léxico, otras costumbres, otros instrumentos, pero con el tiempo me terminó apasionando. Al principio me sentía perdida, pero fui aprendiendo sobre lo que era un “paper”, las reuniones de tesis, los congresos, las capacitaciones y pasantías en otros laboratorios. Este último punto fue el motivo por el que me invitaron a contar mi experiencia, sobre cómo las pasantías en el extranjero impactaron en mi formación académica y profesional. Los becarios coetáneos a mí, en general hacían sus pasantías en países con mayores “posibilidades y/o facilidades” que Argentina, tales como Estados Unidos o países de Europa, pero la primera pasantía que se me presentó en mi carrera fue en Cuba. ¡La experiencia en ese país fue transformadora desde muchos aspectos, tantos que no alcanzaré a transmitir plenamente en esta nota, pero destacaré lo que considero fue lo más importante para mí!

La pasantía fue en Sancti Spíritus, en el año 1995, en una filial del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba (CIGB), uno de las instituciones de investigación más importantes de ese país, fundado en 1986. En el CIGB se realiza investigación y desarrollo en los campos de medicina y biología, el sector agropecuario y el medio ambiente. Desde el punto de vista académico y tecnológico, jamás imaginé lo que finalmente encontré allí: nada que envidiar a cualquier laboratorio del “primer mundo”. Aprendí sobre tecnología de punta, a trabajar bajo normas estrictas de seguridad, lo que para mi formación académica fue indiscutiblemente enriquecedor. Me permitió hacer ensayos que aquí no podía hacer y avanzar en los objetivos de mi tesis. Pero también aprendí sobre los valores que ese pueblo ha desarrollado, a trabajar sin quejas haciendo frente a cualquier dificultad, como por ejemplo trabajar con los mejores reactivos y en laboratorios de excelentes disponibilidades, pero luego comer lo que había en la temporada y lo que el “sistema de racionamiento” distribuía a cada familia (todavía transitaban el llamado período “especial”). Durante mi estadía, viví como “cubana” en la casa de un matrimonio que trabajaba en el centro: el Dr. Pujol (director de la filial de Sancti Spíritus) y la Dra. Coll (investigadora). ¡Todos los días íbamos y volvíamos del lab en bicicleta! ¡Al volver del lab la rutina era sentarnos a sacar los gorgojos del arroz para preparar la cena, la cual no era muy variada ni abundante! Ejemplos como esos tengo muchos, y los cuales suenan para nosotros como ilógicos, pero que ahí son cotidianos. Esa convivencia marcó mi vida en mayor medida que lo científico-académico en sí mismo, ya que aprendí de su resiliencia, de avanzar con fuerza a pesar de que el contexto sea poco alentador (desde 1958 a la fecha, sufren un feroz bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los EEUU), a adaptarse, a desarrollar la imaginación para resolver los continuos inconvenientes que se presentan no sólo en el lab, sino también en la vida misma, y a pesar de ello a tener un sentimiento de pertenencia y un orgullo nacional muy fuerte! El orgullo de un pueblo que trabaja con el objetivo de integrar una patria grande, basada fundamentalmente en la educación, dado que entienden que es la mejor forma de ser libres (es importante destacar que según los últimos datos publicados por la UNESCO Cuba tiene una tasa de alfabetización del 99,75%). Después de Cuba, tuve posibilidades de estar en laboratorios del “primer mundo” donde las cosas parecen resueltas, pero ninguno me dejó los vínculos y el aprendizaje como lo hizo Cuba, donde entendí que todo se puede lograr cuando hay compromiso y pasión por lo que se hace, y que no hay que esperar a que las cosas pasen, ¡sino hacer que éstas sucedan!

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