HOBBIE

  • 27 Abril, 2021
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MOUNTAIN BIKE

BIKE

Paula Vincent

Mi nombre es Paula Vincent. Soy Dra. En Bioquímica y trabajo como Investigadora del CONICET en el INSIBIO (Instituto Superior de Investigaciones Biológicas) y como profesora Asociada en la cátedra de Química Biológica de la FBQyF de la UNT.
Tengo 51 años y dos hijos y hace 8 años comencé a practicar mountain bike, y descubrí lo que no solo sería un hobby, sino lo que se convertiría en una verdadera pasión.

Hace tiempo leí en un artículo periodístico, cuáles eran las razones por las que, las personas de mediana edad, sobre todo después de los 40 años, comenzaban a practicar este hermoso deporte. Entre algunas de las motivaciones, estaban por supuesto los beneficios para la salud física, y también para la salud mental, además de la sensación de sentir el viento rozando la cara y el poder dejar por un momento de lado las preocupaciones laborales.

En mi caso, mis primeros años en la ciencia como becaria y como investigadora fueron muy duros. Las jornadas laborales eran muy extensas y exigentes. Luego al llegar a casa, el tiempo pasaba entre las obligaciones domesticas, y la atención de mis hijos pequeños, las tareas escolares, sus actividades deportivas, y no quedaba ya mucho tiempo para destinar al esparcimiento personal.

Con el paso del tiempo, los chicos fueron creciendo y a pesar que el trabajo siempre demandaba mucha dedicación, pude comenzar a disponer de un poco más de tiempo libre.

Varias veces unas amigas me habían invitado a pedalear con ellas, pero el temor a no hacerlo bien, la vergüenza, el miedo a las caídas, me había impedido aceptar. Sin embargo, un día decidí intentarlo y fue una decisión que cambio mi vida.

El mountain bike me ha dado algunos de los momentos más felices de mi vida, y me ha ayudado a superar algunos de los más tristes también.

Gracias a este hermoso deporte, he podido conocer lugares maravillosos dentro y fuera de nuestra provincia y de nuestro país; como así también redescubrir lugares que ya conocía, pero que pude ver con otros ojos y desde otra perspectiva. Lugares que te llenan de sensaciones nuevas, donde me siento libre y capaz de hacer lo que me proponga, lugares que te llenan de agradecimiento por reconocer que estar allí es un privilegio, por cuanto es inaccesible para otros ya que solo en bici o caminando se puede llegar. Por ejemplo, algunas de las travesías inolvidables fueron: Humahuaca-el Hornocal, este cerro bellísimo conocido por sus 14 colores que se encuentra a 4300 msnm; La Poma-Abra del Acay, un camino de hermosos paisajes y de gran exigencia física, ya que se alcanza una altura de 4800 msnm; Alpachiri-Catamarca, recorriendo las localidades de Las Estancias y El Bolson; Raco-Anfama, en nuestros cerros tucumanos y muchos más.

También este deporte me ha permitido vencer nuevos desafíos. Corrí varias carreras, entre ellas 5 trasmontañas, una de las carreras más importantes de Latinoamérica y que se corre acá en nuestra provincia, convocando miles de corredores de todas las nacionalidades, y 4 Río Pintos, la carrera más popular de la República Argentina, que se realiza en la localidad de La Cumbre provincia de Córdoba, con una convocatoria de 5000 deportistas en promedio. Mientras las travesías y sus paisajes, me llenan de sensaciones, las competencias más allá de la adrenalina que despiertan en mi, son oportunidades de aprendizaje personal y autoconocimiento.

Siento que una de las mejor decisiones de mi vida fue subirme a una bici y comenzar a pedalear. Pero así como todo en la vida, siempre hay dos caras de la misma moneda. Y así como aprendí a amar este deporte, también llegue a odiarlo.

Hace un par de años, en medio de los cerros Tucumanos, cerquita de Raco, en un lugar casi inaccesible, mientras probaba un circuito de una carrera, tuve un accidente serio, que me llevo a una cirugía y a estar sin poder caminar varios meses y por supuesto sin pedalear. Creí que nunca volvería a animarme a subir a una bici, incluso muchos personas pronosticaron que no volvería a pedalear. Sin embargo, y gracias a la capacidad de resiliencia que el deporte también cultiva, al año siguiente corrí la carrera más hermosa y emotiva de mi vida: el Trasmontaña 2019.

Para quienes tal vez no conocen, el Trasmontana es una carrera donde los competidores participan en parejas. Conforme el reglamento, para poder concluir la carrera, es necesario que ambos competidores de cada pareja lleguen a la meta. En dicha oportunidad, competí junto con mi hijo Lucas como compañero y mi otro hijo Franco nos hizo la asistencia durante toda la carrera.

Otra de las cosas maravillosas que este deporte me brindo, es la posibilidad de conocer valiosas personas y hacer grandes amigos, con los que compartí y aun hoy sigo compartiendo hermosos momentos deportivos y también de la vida diaria.
A veces, cuando uno está inmerso en la vorágine laboral, cree que realizar alguna actividad deportiva o recreativa, es una pérdida de tiempo, pero no hay nada mas equivocado.

Para mí la bici es un todo, donde puedo canalizar mis emociones, tanto cuando estoy alegre, como cuando estoy triste, me dan ganas de subirme a la bicicleta y sentir el viento en mi cara; cuando estoy enferma y no puedo pedalear, es como si algo faltara.

He pasado por muchas etapas en esta pasión, desde querer competir incansablemente y mejorar mi rendimiento, hasta solo sentir la necesidad de pedalear por pedalear, sin tiempo y sin hora de vuelta, sin controlar pulsaciones o la velocidad que alcanzo. Pero al final de todo, lo importante es encontrar el equilibrio, competir está bien, pero intento no olvidar que sobre todo lo más importante es disfrutar y, aunque suene cliché, crecer y descubrir la mejor versión de mí.

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Abra del Acay a 4895 msnm. Trayecto desde la Poma (Salta)

 

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Llegada del Trasmontaña 2019 con mi hijo Lucas.

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Vuelta al Valle en Tafí con mis dos hijos, Lucas y Franco

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Alpachiri – Catamarca por las Estancias y el Bolson con mi grupo de amigos.

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Lugares mágicos donde la Bici me transporta.

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Amistad incondicional que este deporte me dio.