Utilizo todas clases de maderas, especies nativas, como el tarco y el lapacho. Siempre estoy recolectando troncos provenientes de la poda de ejemplares de zonas cercanas a mi entorno. También llegan a mi taller muchas otras especies, casi todas las personas que saben de mi pasión por la talla han aportado algún tronco que vieron por ahí.
Así es como el alcanfor fue uno de mis preferidos porque el silencioso trabajo con las gubias desprende el aroma de su interior haciendo mucho más placentera la tarea. Esculpir es dar una nueva forma, es resignificar, transformar captando la esencia y siguiendo las formas de la madera. Es una manera de perpetuarla en el tiempo, darle un nuevo significado. Conservar, reciclar y resignificar lo que tanto tiempo y esfuerzo le llevó a la madre tierra conseguir.
Fui armando mi taller de a poco, empecé con unas pocas gubias, después vino el mini torno, la amoladora y está en mis planes llegar a la motosierra para trabajar con troncos de mayor envergadura.
Utilizo tinturas naturales, que preparo con las cortezas, e incluso hojas si es que las encuentro junto a los troncos. Nada se desperdicia, el aserrín y virutas vuelven a la tierra.
Después de las tinturas y a modo de protección y acabado de la madera utilizo cera de abejas mezcladas con aceites vegetales, como el aceite de coco, entre otros. También incursioné en el preparado de oleatos de algunas plantas aromáticas, como lavanda, jazmín y el alcanfor. Al aplicar una primera capa después del pulido final y antes de la cera hace que aflore el perfume de la nueva obra, en un intento de estimular todos los sentidos explorando las texturas, los olores y colores.
Tengo la fuerte convicción de que tanto la Biología como el Arte se nutren de la creatividad y la sensibilidad, estas dos cualidades son indispensables para proteger y conservar nuestro medio ambiente.